El día que te conocí

Fue imposible dormir la noche anterior. Durante años pensé que ese día sería un completo caos: imaginé a tu papá subir la maleta al auto mientras seguía una lista mental para no olvidar tus pañales, tu ropita; y yo con una panza gigante a punto de reventar. Imaginé llegar al hospital, los doctores recibiéndome con sueros e inyecciones para prepararme, yo en llanto por las contracciones y con los nervios de punta por querer conocerte. Tu papá y abuelos estarían en la sala de espera contando los minutos para verte y besarte. Imaginé tu llanto y el calor de tu piel al sentirte por primera vez en mi pecho.

El día que te conocí no estábamos en un hospital, tus abuelos no estaban en la sala de enseguida y ningún doctor me recibió con sueros ni inyecciones. La vida nos cambió los planes, tu llegada debía ser de otra manera. Tú no naciste de mi pancita, naciste del corazón.

Tu papá y yo nos encontrábamos en un lugar con muchos bebitos como tú. Debíamos llenar cientos de papeles y recibir toneladas de información antes de poder verte. Nos habían dado la noticia que te conoceríamos cuatro días antes, pero teníamos esperándote mucho tiempo. Meses atrás decoramos tu habitación, compramos algunos juguetes que pensamos que te gustarían. Sin embargo, no sabíamos cómo eras ni qué ropa comprarte.

Una psicóloga nos explicó cómo, cuándo y dónde naciste. Durante el proceso de adopción desconocimos todo de ti y no nos dieron oportunidad de prepararnos. Nos explicó los cuidados que debíamos tener contigo, los antecedentes patológicos, las visitas al psicólogo que debíamos hacer después y los juicios a los que teníamos que asistir. Traté de poner atención, pero mi mente pensaba en cómo serían tus ojos, tu sonrisa, tus manitas. ¿Y si no sé cargarte? ¿Y si no puedo cambiar tus pañales? ¿Y si olvido tus horas de comida? Pensé preocupada.  Vi a tu papá de reojo y sentí seguridad al ver que él sí ponía atención y tomaba algunas notas.

La psicóloga salió de la oficina para traerte con nosotros, nos advirtió que habías hecho un viaje muy largo ese día y estabas dormido.  Los nervios me comían, las manos me sudaban, la respiración se agitaba y el corazón se me salía de la emoción. Tomé la mano de tu papá, ambos temblábamos, el día había llegado. Apareciste en la puerta y te pasaron a mis brazos, al tomarte abriste los ojos y me regalaste una sonrisa. En esa primera mirada quería decirte que te amaba desde antes de conocerte y que, en ese preciso instante, me estabas haciendo la mujer más feliz al convertirme por primera vez en madre. Volteaste a ver a tu papá y le extendiste los brazos, desde ahí supiste que nosotros éramos tu familia. Te abrazamos y fue como si el tiempo se detuviera, éramos nosotros multiplicándonos gracias al amor. 

El momento pasó y la adrenalina se apoderó de nosotros. ¡No teníamos ropa ni comida para ti! Salimos de las oficinas contigo en brazos, nos acercamos al auto para dirigirnos a la tienda más cercana y comprarte todo lo que necesitabas. Parecía que con tu mirada intentabas darnos calma porque no sabíamos acomodarte en la silla del auto, tampoco podíamos acomodarte en la carriola. Casi sentía que tu risa era de burla hacia nosotros por no saber cómo tratarte. En medio del pasillo de pañales una señora se acercó a ti cautivada por tu sonrisa, intentando jugar contigo con la sonaja que sostenías en la mano. ¿Es su bebé?, nos preguntó. Tu papá y yo nos volteamos a ver, nos quedamos mudos. Fue el instante en que nos percatamos que eras nuestro. Con lágrimas en los ojos dijimos sí. La señora se fue sin saber que acababa de formar parte de un momento mágico que siempre recordaremos.

Al llegar a casa nos esperaban tus abuelos y tías, todos querían abrazarte y darte una cálida bienvenida. Fuiste muy paciente con nosotros porque pasaron horas antes de que comieras y en ningún momento nos reclamaste. A pesar de haber comprado casi media tienda para bebés olvidamos comprarte zapatos, jabón para bañarte y mamilas para tu leche. Tu papá salió a la tienda tantas veces como fue necesario, queríamos hacerte sentir cómodo en tu nuevo hogar y que no te faltara nada. Las visitas se fueron, finalmente nos quedamos solos. Era increíble cómo ese día habíamos salido de casa dos personas y regresábamos tres.

En la noche te bañamos y te pusimos ropa limpia. Te acomodamos en tu cuna junto a un elefante de peluche a quien inmediatamente hiciste tu compañero de sueños. No querías dormir, ponías atención a todo lo que decíamos como si pudieras entendernos. Mi niño, te dije, prometo hacerte la personita más feliz. Estoy muy lejos de ser perfecta pero mi corazón va a guiar tus pasos. Siempre estaré aquí para entenderte en lo incomprensible, darte la mano cuando necesites ayuda y para que te acuestes en mi pecho cuando necesites consuelo. Prometo siempre mirarte a los ojos, reír de tus chistes, escuchar tus historias, luchar tus guerras y celebrar tus triunfos. Prometo defenderte cuando haga falta y protegerte para siempre. Ansío verte crecer y aprender todo lo que la vida tiene para ti.  Tal vez no tengas mis ojos ni mi sonrisa, pero desde el primer momento tuviste mi corazón. Gracias por llegar cuando la fe había terminado, cuando la tristeza y melancolía comenzaba a apoderarse de nuestro hogar. Gracias por darnos una segunda oportunidad de recuperar lo que creímos haber perdido. Llegaste en el momento perfecto.

Tus ojitos se hicieron más pesados y poco a poco los cerraste. Verte relajado en tu nueva cuna me hizo sentir que lo estábamos haciendo bien, que los años de angustia por no tenerte con nosotros habían terminado. Que estabas llenando ese hueco en nuestros corazones que creímos jamás recuperar. Dulces sueños, te dije. Cuando el sol salga de nuevo estaremos aquí para ti.

El texto anterior participó en el concurso de la Primera Beca Isabel Allende 2021, organizado por Penguin Random House y Cursiva. Agradecimientos especiales a la Familia Zapién Landeros por compartirme su maravillosa historia.

2Comments

  1. Veronica Zapien Ayon julio 12, 2021

    Me encantó!! 🥰

  2. Lidia de Panfleto junio 10, 2022

    Lagrimilla se cocodrilo!
    Lo ame !
    Sin duda lo leerá varias veces cuando él sea grande !
    Te lo agradecerá por siempre!

Leave a comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *